Gallinas: Maestras entre plumas
por Iris janice Irizarry
Mirarlas es descubrir quiénes somos y quiénes queremos ser
El tema de las gallinas estuvo trending en las pasadas semanas, y entre el ruido de los comentarios, recibí una invitación a mirar más de cerca, con calma y sin perjuicios a esta especie. Al considerar lo que pensamos y cómo tratamos a las gallinas, descubrí que solo una postura es capaz de reconocer el valor de la vida, aunque habite en otro cuerpo y tenga apariencia distinta.
Desde que tengo uso de razón he estado en contacto con animales. En mi casa convivimos con diferentes especies y siempre he tenido un animal de compañía; incluyendo a Coco, una gallina criolla puertorriqueña. No recuerdo cómo exactamente Coco llegó, pero mis abuelos me contaban que cuando yo tenía cuatro años, cogí a Coco entre todas las gallinas del patio y la llevé para dentro de la casa. Desde ese día, se convirtió en mi compañera.
Coco
Coco no era “solo” una gallina. Era alguien. A pesar de que mi abuela decía que era una gallina tonta porque se dejaba “tongonear” de mí, para mí, era la más inteligente de todas. Ella sabía que la iba a buscar al patio e iba a poder caminar por toda la casa, treparse donde ella quisiera y tomar siestas en mi almohada. Reconocía mi voz cuando llegaba de la escuela, me seguía, y su presencia se notaba, ella estaba ahí. Cuando jugaba a tomar café en la mesita era una amiga invitada y cuando yo jugaba que era maestra, entonces ella era mi estudiante…Coco fue la primera forma de amor libre que conocí. Ahora entiendo que esa experiencia no solo fue bonita, sino que también muestra el vínculo y enseñanzas entre dos especies muy distintas.
Eso me hace pensar sobre la urgente necesidad que tenemos de desaprender a ver a los animales no humanos como objetos, como utilería o como si valieran menos. Pregunto: ¿Qué tanto tenemos que desaprender para ver a los animales como lo que son, y no como lo que nos conviene que sean? Hay muchas formas de mirarles o simplemente ser invisibles.
Al reflexionar sobre la manera que nos relacionamos con los animales, encontramos un espejo que no solo revela lo que vemos en ellos, sino cómo entendemos la vida misma.
Elegir apreciar a las gallinas, o cualquier animal, como mi igual es una manera de vivir en congruencia con valores de respeto, solidaridad, compasión y ética. Sentir no es un privilegio humano, y no existen jerarquías en la capacidad de sufrir: lo que duele, duele. Las gallinas, como cualquier especie, merecen nuestra admiración y respeto. El reconocimiento de su valía es el primer paso hacia un futuro verdaderamente compasivo y libre de opresión
Según estudios realizados, el proyecto “The Someone Project” de Farm Santuary de Estados Unidos ha publicado información sobre las destrezas y capacidades de las gallinas. Las gallinas pueden distinguir cantidades, recuerdan rutas reconocen múltiples patrones de sonidos de comunicación, calculan si pueden confiar en ti, anticipan riesgos y utilizan experiencias pasadas para tomar decisiones en el futuro. Además, sienten empatía y estrés; tienen una capacidad innata para el afecto y la comunicación. Pero más allá de los datos científicos sobre las gallinas, Coco me enseñó algo que ningún libro me había explicado: la vida de las gallinas está llena de emociones, preferencias y aversiones.
Gallinas probando el modo “selfie’ - Farm Sanctuary https://www.farmsanctuary.org/news-stories/celebrating-chickens-farm-sanctuary/
Las gallinas están en el mundo con nosotrxs para vivir, y vivir significa mucho más que respirar. Son seres que se saben presentes y conscientes de sí mismas, con intereses y necesidades propias; y saben que su propósito no es ser utilizadas de ninguna manera para el beneficio o como recurso del humano.
La sensibilidad no entiende de plumas ni de piel; tampoco la dignidad se mide por especies.
Coco me enseñó principios y valores que siguen guiando mi filosofía de vida: respeto, compasión y la certeza de que todos los seres vivos merecen ser libres y vivir dignamente. Apuesto a que algún día no muy lejano, todos los seres vivos, sin importar la especie, sean libres y no solo de las jaulas, los corredores de la muerte, los campos de concentraciones o mataderos, sino también de las ideas en las cabezas de quienes los encasillan con etiquetas despreciables y menos valía. No hay cautiverio más cruel que el que construimos en nuestra mente para justificar la opresión.
Nuestrx vínculo con los animales, y en especial con las gallinas, no puede reducirse a la satisfacción de una necesidad o a la lógica del beneficio. En esencia es un llamado a reconocer su derecho a existir en libertad, a ser respetadas en su individualidad.
Mientras creamos que hay vidas de segunda, seguiremos construyendo sociedades de primera y de descarte.
Si todos nos tomáramos el tiempo de apreciar, conectar y respetar a los animales no humanos, le pondríamos un nombre a todas las vidas que pasan por desapercibidas. Vidas que tienen conciencia, capacidad, emociones y necesidades propias como nosotrxs. Te reto a animarte a probar un día sin consumir proteína animal ni ningún producto derivado de estos; y valorar la vida de los animales rechazando cualquier tipo de crueldad o explotación hacia ellos. En algún momento, cada uno de nosotrxs se ha hecho preguntas sobre nuestra relación con los animales no humanos. Y esa pequeña incomodidad, ya es un paso hacia algo más consciente y más compasivo. Cuando apreciamos la naturaleza, reconocemos que la verdadera armonía está en convivir, y no en dominar.
Por eso, este escrito no es solo una historia personal ni que Coco fue mi maestra; sino una expresión de gritos desesperados, y al mismo tiempo, llenos de esperanza que podemos y lograremos hacerlo mejor. Es también una invitación a mirar distinto, que el mundo que soñamos no deje fuera a quienes no pueden pedirlo con palabras. Es un compromiso que empieza en lo personal, pero se proyecta a lo colectivo. Defender a los animales no es radical; radical es sostener la indiferencia.
Sobre Iris
Iris es estudiante de Derecho, vegana, feminista y apasionada defensora de los derechos humanos y la liberación animal. A través de su formación académica, participa activamente en proyectos e investigaciones legales abordando temas sobre los derechos de animales no humanos y la salud mental. Como presidenta de la Asociación Estudiantil para la Prevención del Maltrato Animal de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, ha liderado iniciativas educativas, actividades comunitarias y pro-bonos; fomentando una visión ética y compasiva que conecte la justicia social, la protección ambiental y los derechos de los animales no humanos. Con su trabajo, busca impulsar la creación de espacios de diálogo, educación y acción colectiva dentro de la profesión jurídica, en beneficio de todos los seres vivos y la naturaleza.